Jueves, 16 Abril 2020 13:25

La educación virtual a fondo: así se vive en Areandina

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Con más de diez años de experiencia en esta modalidad de estudio, Areandina es un ejemplo de los grandes esfuerzos que se deben hacer para que la virtualidad esté al servicio de una educación integral.

Más allá de trasladar las prácticas tradicionales del salón de clases a las pantallas de los computadores y los celulares, la educación virtual es un cambio total y profundo en la manera en la que una institución educativa, los profesores, y los estudiantes entienden las posibilidades que traen consigo las herramientas digitales en la Cuarta Revolución Industrial.

“La virtualidad tiene unos componentes diferenciales profundos que garantizan la calidad de la educación que se da. Es mucho más que tener al profesor conectado en una pantalla, es todo un modelo pedagógico e instruccional que le permite al docente apropiarse de las herramientas digitales para una educación que realmente impacte”, afirma José Leonardo Valencia, rector nacional de Areandina, institución con más de una década en experiencia en virtualidad y la tercera IES privada en esta modalidad en Colombia, con cerca de 14.000 estudiantes virtuales.

Por eso, Valencia explica cuáles son los elementos que hacen de Areandina un ejemplo de una educación virtual de calidad y disruptiva. No en vano, fue la primera IES en el país en recibir un puntaje de cinco estrellas QS en la metodología virtual que otorga la reconocida firma británica especialista en educación.

Interacción sincrónica y asincrónica

Según Valencia hay dos conceptos esenciales para entender cómo funciona la modalidad virtual: la interacción sincrónica, que es cuando el estudiante y el docente interactúan simultáneamente (como las clases a través de videoconferencias que remotamente se están impartiendo en el mundo a causa del COVID-19) y la interacción asincrónica, en la que el alumno puede acceder a materiales que están disponibles en cualquier momento y lugar.

“Las interacciones sincrónicas permiten que los planes de estudio en el mundo digital sean realmente integrales. En ellas los estudiantes complementan todo lo aprendido en clases, cuentan con la posibilidad de detenerse a mirar un tema con profundidad y tienen un acompañamiento constante de su docente al punto de que casi se llega a una personalización del proceso académico”, añade el experto. De hecho, gracias a que cada clase queda grabada, el estudiante puede repasar las explicaciones una y otra vez hasta que entienda la lección o, de ser necesario, puede contactar al docente a través de foros, correos, mensajes y todo tipo de espacios para aclarar sus dudas. Esto demuestra que la presencialidad no es la única manera para que un profesor esté al tanto del progreso y de las inquietudes de sus estudiantes.

Infraestructura y contenidos digitales

Acuerdos interinstitucionales, plataformas digitales y contenidos interactivos (videos, documentos, foros de discusión, entre otros) son algunos de los elementos que hacen del entorno de aprendizaje de un estudiante virtual todo un ecosistema de conocimiento del que puede sacar provecho para auto gestionar su proceso académico.

La preparación que existe en el diseño y creación de los materiales pedagógicos van más allá de la típica ‘fotocopia’ y cuenta con un trabajo exhaustivo y coordinado entre ingenieros de sistemas, ilustradores, diseñadores gráficos, diseñadores web, expertos en pedagogía digital, creadores de contenidos y los docentes para que el estudiante tenga a su disposición un contenido de valor y que está pensado en cada detalle para impactar positivamente en su aprendizaje.

Acompañamiento y adaptabilidad

Si la autogestión es la palabra que define a los estudiantes virtuales, acompañamiento y adaptabilidad son las que definen a los buenos docentes o tutores en el mundo digital. La figura del profesor que sencillamente dicta al frente de la clase debe quedar atrás para empezar. En la virtualidad, funge como acompañante durante el proceso de autogestión del conocimiento de los estudiantes. Por eso, debe estar dispuesto a adaptarse a las nuevas formas de enseñar e impartir el conocimiento y explotar al máximo todas las herramientas que están a su disposición. En palabras de Valencia, se trata de maestros “flexibles, adaptables, ‘todo terreno’ que son recursivos y que saben trabajar sus temas, desde la creatividad a la hora de impartir sus enseñanzas en este nuevo mundo”.

Una cultura de la virtualidad

Valencia es enfático cuando dice que lo más importante en este proceso de migración hacia lo digital es la consolidación de una ‘cultura de la virtualidad’ dentro de las instituciones. “Solo después de haber apropiado la tecnología, la gente entiende bien las capacidades de la educación virtual y se da cuenta de que no solo se puede garantizar la calidad de la educación, sino también potenciarla”. De lo contrario, por más inversión en nuevas tecnologías que se hagan, no se sacará provecho al potencial real de esta nueva forma de enseñar y aprender para ser la educación que afronte los desafíos que trae consigo la Cuarta Revolución Industrial.

Siendo un proceso que requiere de tantos actores y de un cambio de ‘chip’ total, Valencia aprovecha para hacer la siguiente salvedad: “Esta transformación no se puede hacer en un día, ni en medio año, ni en un año, es algo que toma mucho tiempo. Solo a través de un esfuerzo transversal en todas las áreas de la institución educativa es posible repensar todo un modelo académico para que tanto la dimensión humana como la tecnológica se potencien en una educación integral. A Areandina esta tarea le ha tomado más de diez años”.

Todos estos elementos demuestran que la educación virtual es mucho más que replicar modelos tradicionales de educación en línea. Es un proceso de transformación profundo y consciente en el que se abre un horizonte amplio de todo lo que puede ser el futuro de la educación.
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