Lunes, 13 Julio 2020 11:44

La paternidad en tiempo de cuarentena

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Con el confinamiento en casa, padres y madres de todo el mundo han encontrado que es necesario repensar el enfoque y la manera con los que crían a sus hijos.

Alejandra Giraldo, Docente del programa de Psicología de Areandina

 

Hoy, los padres y madres tienen un gran desafío: asumir, al mismo tiempo, diferentes roles sociales. Cuidan de la casa, establecen disciplina, trabajan y, a veces, deben conducir el proceso de aprendizaje de sus hijos. Con el aislamiento social, esta realidad solo se ha hecho más evidente.

El confinamiento, también, ha sacado a la luz los errores que se estaban cometiendo en la crianza de los niños, niñas y adolescentes. El hecho de que tantos hijos valoren la cuarentena porque les ha permitido pasar más tiempo con sus padres es un llamado de atención. Después de todos, muchos niños han estado viviendo en un mundo de adultos que están ausentes, ocupados, acelerados y con las prioridades al revés.

Según Alejandra Giraldo, Docente del programa de Psicología de Areandina, otro de los problemas que se puede ver en la crianza que llevan a cabo muchas familias es la idea de corregir al “niño malo”. Para la experta, es un concepto que le ha causado muchos daños a la infancia de millones de personas, puesto que, con frecuencia, termina en un diagnóstico al que se le busca solución a través de los medicamentos (No hay que desconocer que existen niños que, por condiciones clínicas, requieren tratamientos farmacológicos). No obstante, recuerda Giraldo, un gran porcentaje de niños con “mal comportamiento” solo necesitan ser escuchados de la manera correcta.

Para hacerlo, indica que: “Educar sin gritar ni amenazar es necesario cambiar el enfoque de crianza actual, centrado en la corrección del ‘niño malo’, por un enfoque centrado en los adultos competentes para criar. Es decir, un enfoque que le permita al adulto desarrollar las competencias de crianza necesarias para aplicar estilos educativos asertivos y coherentes con el desarrollo del infante y el adolescente” y añade: “Esto implica un gran esfuerzo porque exige que los adultos se centren en sí mismos, se auto-conozcan, se auto-eduquen y, en la mayoría de los casos, sanen su interior. Esto será indispensable antes de tener la pretensión de conocer y educar sanamente a los hijos”.

Asimismo, señala que la autoridad y la disciplina no son enemigos del diálogo y la cordialidad. Después de todo, la meta educativa no debe ser tener hijos que solo sepan obedecer, porque no serán los adultos independientes. Por el contrario, el objetivo debe ser guiar a los hijos en el camino de la vida, enseñándoles a disfrutar los momentos buenos y enfrentar juntos los momentos difíciles sin lastimarse física o emocionalmente (de ahí la necesidad que los adultos sean los más sanos mental y emocionalmente).

Aun así, apunta que no se debe culpar a los padres ni a las madres. “Ellos no tienen la culpa. Todos fuimos educados de esta forma y es lo que aprendimos a hacer. Estos retos deben aumentar el grado de compromiso de los padres por educarse. Solo así entenderán que la rebeldía solo refleja emociones que los hijos no saben gestionar y que el adulto, en su afán de autoridad, agrava con un grito o una amenaza. De hecho, esto solo levanta un muro en la comunicación y sacrificando con esto la relación afectiva con los hijos” dice.

Por eso, recalca que esto es una tarea exclusiva de los padres. La educación de los niños, niñas y adolescentes es una tarea compartida con la comunidad, con el colegio y con familiares externos. De lo contrario, la crianza no sería tan difícil durante el confinamiento. “No podemos educar sin redes de apoyo, sin una tribu social que ayude a sostener la inmensa responsabilidad de educar los adultos del mañana. Tenemos que reconocer que la crianza es una responsabilidad de todos” concluye Giraldo.

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